19 de febrero de 2013.- El artista granadino Emilio Luis Fernández llega al centro artístico Damián Bayón de Santa Fe para presentar su último trabajo, la exposición “Memoria Efímera”, ante una clara necesidad de reproducir y representar momentos, instantes del día a día, vivencias y estados de ánimo. En esta propuesta, Emilio Luis (e.luis) rescata sus iconos y simbolismos sobre la figura humana y sus metáforas sobre la vida real para mostrar un trabajo lleno de pasión, fuerza y paradojas aparentes en una apuesta totalmente autobiográfica y personal.
Para ello, el artista recurre a contraposiciones entre formatos de grandes dimensiones y pequeñas piezas, entre la sencillez de los elementos utilizados en sus cuadros y los fondos elaborados con enorme minuciosidad y entre la fragilidad del soporte que utiliza -el papel de algodón hecho a mano- y la dureza de las tachuelas que lo atraviesan, como reflejo de la vida misma.
Desde una óptica personal e íntima, este artista multidisciplinar aborda en su proyecto la figura humana así como las actitudes morales íntegras que afectaron y afectan a la sociedad actual. La muestra -que se podrá contemplar hasta el 31 de marzo- recoge obras iniciadas por Emilio Luis desde el año 2005 hasta la actualidad, con piezas más maduras, intimistas y arriesgadas que han nacido tras un largo proceso de investigación, exploración y evolución de su propio cuerpo.
En “Memoria Efímera” recoge nuevos iconos, grafías, formas y espacios recurriendo al omnipresente pie como protagonista de la pieza en sí, “un icono que nos une a la Tierra y sirve de soporte en el caminar por la vida”. Este es el caso del gran mural plasmado como obra efímera sobre una de las salas laterales. Con unas dimensiones de 5 x 10 metros y a base de lápiz y pintura acrílica, en su construcción han participado como invitados tanto los alumnos del Taller de Grabado “La Granja” como algunos artistas como Úrsula Tutosaus, José Lun, Paloma Ruiz de Almodóvar, Belén Mazuecos o Soledad Flores.
Sobre un espectacular fondo de cuadros hechos a mano, la imagen central del mural enseña el encuentro íntimo entre un hombre –representado por el pie- y una mujer –representada simbólicamente por una cabeza con coletas-. Esta pieza pretende comunicar “la esencia de las relaciones humanas, de esos momentos en los que todos siempre hemos necesitado ayuda de otra persona”, tal como explica el propio artista.
En el resto de la muestra podemos observar obras como “Testigo del bosque que habito”, de gran formato, protagonizada por los tonos rojos y las miles de tachuelas que atraviesan las 966 piezas de papel de algodón que dan vida a este original cuadro. La fuerza y la vitalidad quedan plasmadas mediante los colores cálidos como el naranja, los ocres, rojos, granates, tierra, y los tonos oscuros. Este es el caso también de “Es infinito el lugar donde el azar se encuentra por casualidad”, un gran cubo mostrado como contenedor de experiencias, formado por 2646 mini-cubos y más de 23.000 tachuelas sobre papel de algodón. Esta pieza abarca y da unidad a toda la exposición, como “contenedor” de toda su sensibilidad y vivencias.
Y es que el artista recurre a los cubos no solamente como figuras de azar sino también como protectores y “cápsulas” de sus sueños, inquietudes personales y vivencias. Así, en la otra de las salas laterales del Damián Bayón el artista ha dispuesto una especie de altar con materiales diversos que conviven perfectamente entre sí. El suelo aparece como un manto aterciopelado creado a base de turba real tamizada que aporta espectacularidad y delicadeza a la zona. Sobre ella, descansan 25 cubos en los que de nuevo emplea los dos materiales clave, las tachuelas que dan dureza y el papel de algodón que da sensibilidad. La sala aparece presidida por un cuadro negro de gran formato como homenaje a la mujer que venera todo, como origen y tierra virgen.
La exposición también deja lugar para dos series de dibujos intimistas - “Sin infringir lo prohibitivo, lo evidente se hizo cierto” y “Sumergido cada minuto en la sombra de nada”- en donde el artista se desnuda ante el observador plasmando sobre el papel sus confidencias y momentos íntimos.
Estas series de dibujos son distintas formas de verse el propio artista, de la forma más sencilla posible, a través del símbolo del pie. Toda la sala central es pues un autorretrato en dos series en el que emplea tinta –líneas estilográficas- sobre papel de algodón. El hombre que aparece es el propio artista en su mundo íntimo y sensual, reconocido por tres elementos fundamentales: el pie que le une a la tierra, la cabeza pensante y el cuerpo, y la escalera imposible. Con esta contraposición de formas, iconos y disposiciones Emilio Luis se interesa por conocer “cómo es visto por el observador en la vida real y en la propia obra”.